Enero 2012. Sol. Toldos blancos. Mesas de madera. Loza y vasos estilosos. A un costado, enormes braseros esperando ser encendidos al atardecer. Aparentemente, en Los Coirones de Cachagua el panorama es similar al del verano pasado, cuando un grupo de empresarios santiaguinos se asoció al histórico dueño local para reimpulsar el restaurante playero. Pero la historia es otra: en menos de 10 meses el propietario murió, sus cinco hijos quisieron seguir solos y los inversionistas capitalinos apenas pudieron pelear su permanencia.

  • 25 Enero, 2012

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