Bon Iver, una de las voces más aclamadas de la escena folk, intenta vestirse de nuevos ropajes. El resultado es poco agraciado. Por Juan Venegas. En 2007, Justin Vernon, voz y compositor de la banda de folk Bon Iver, saltó a la fama tras la publicación de su primer disco For Emma, forever ago, un trabajo que recibió una amplia aclamación por la honestidad y simplicidad de su propuesta musical, enmarcada en un sonido íntimo, erigido casi por completo en torno a una solitaria guitarra acústica y la taciturna e inclasifi cable voz de su líder. Su estilo vocal, un alto falsetto con reminiscencias del soul de Marvin Gaye, grabado a menudo en dobles capas, llamó de inmediato la atención, en especial de la superestrella del R&B Kanye West, quien invitó al campechano Vernon a participar activamente de la grabación de su pomposo y premiado álbum My beautiful dark twisted fantasy. Para bien o para mal, la colaboración con West le permitió al cantautor de Wisconsin mudar de un estatus de fi gura revelación al de estrella y conseguir, de paso, una exposición mediática inusual para un número de la escena folk independiente. Por ello, cuando Bon Iver (Bon hiver o buen invierno, en francés) anunciaba recientemente la publicación de su segundo disco homónimo, las expectativas y las exigencias de la crítica y del público fueron altas. Vernon entregó, a comienzos de este año, ciertas pistas del proceso creativo involucrado en el segundo álbum. Según el cantautor, en un momento simplemente olvidó cómo hacer temas acompañado sólo por su guitarra y decidió comenzar a construir sonidos más que canciones. Con tal motivo incorporó músicos de estudio como el saxofonista Collin Stetson (Tom Waits y Arcade fi re) y el guitarrista Greg Leisz, conocido por sus trabajos junto a Linda Rondstadt. Además, Vernon resolvió escribir sus extrañas letras sobre las pistas instrumentales ya grabadas. Este cambio en el método de composición es, sin duda, la clave para entender el devenir de Bon Iver. En la placa, Vernon resalta su esfuerzo por cambiar su rol no sólo como cantante sino también como auteur de la banda. Y es ahí probablemente donde radica su mayor desliz. Claro, la banda podría haber reciclado la exitosa fórmula de For Emma, forever ago, agregando un par de elementos musicales nuevos, pero sin poner en riesgo su mayor capital: la honestidad. Sin embargo, el cantante decidió ir más allá, barriendo con la guitarra acústica como elemento principal y reemplazándola por cuerdas, vientos, pianos, sintetizadores ochenteros y múltiples voces de acompañamiento. Sin ser un completo desastre, Bon Iver se aleja sin clara dirección del sonido íntimo y misterioso con el que construyeron su primer disco. El mero aumento sonoro y la multiplicación de las capas vocales no contribuyen en absoluto a una mayor y mejor musicalidad. Y si el falsetto de Vernon destacaba por su desgarro y urgencia en For Emma… aquí parece sentirse perdido y apresado, intentando acomodarse a este nuevo “vecindario” más vibrante y clamoroso, pero ciertamente menos personal.

  • 17 Julio, 2011

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