Chile sigue todavía sin saldar su deuda en materia de expansión del sistema universitario.

 

Durante los últimos años, el debate acerca de la educación universitaria en Chile se ha centrado en la calidad, dejando de lado una de sus principales falencias que es la cantidad de personas que acceden a este tipo de educación. De alguna manera, existe la impresión que el crecimiento del sistema en los últimos años ha sido tan vertiginoso, que ha llegado el momento de cambiar el eje. Ahora correspondería centrarnos en fortalecer los controles para asegurar la calidad.

Esta al menos parece ser una de las conclusiones de la Comisión Presidencial de Educación Superior, la cual, entre otras cosas, propondría fortalecer la acreditación, disponiendo efectos más severos para las instituciones que no la consigan.

Si bien la calidad debe ser un objetivo permanente, la verdad es que en términos de cantidad Chile está muy distante de conseguir estándares internacionales. En efecto, en la actualidad tienen acceso al sistema de educación superior cerca de un tercio de los jóvenes, cifra que ubica al país dentro de una categoría intermedia en el plano internacional.

Es cierto que la tasa de Chile muestra un aumento significativo respecto de lo que sucedía hace pocos años. Sin embargo, el crecimiento es bastante menor que el de la mayoría de los países del continente, e incluso de los países desarrollados. Así por ejemplo, las cifras del período comprendido entre 1975 y 2004 muestran que mientras Chile multiplicó por cuatro su masa de alumnos en la educación superior, países como Bolivia lo aumentaron en siete veces, Colombia en seis veces, Perú en casi cinco, al igual que México. Para qué decir países de desarrollo exitoso reciente, como Corea, donde la masa universitaria creció en once veces en los últimos 30 años. Incluso naciones ya consolidadas como Australia e Inglaterra han expandido su matrícula universitaria en tasas similares a la chilena.

Estos antecedentes comprueban que el esfuerzo realizado en nuestro país está por debajo del promedio mundial, razón por la cual desde la perspectiva del crecimiento, el sistema de educación superior tiene una deuda pendiente todavía muy alta. ¿Cuál es la importancia de todo esto? Muy simple: los datos muestran que existe una correlación directa entre el desarrollo económico de los países y el número de personas que acceden a las universidades o institutos. Así, en los países desarrollados, como Estados Unidos o Finlandia, más del 70% de los jóvenes tiene estudios de educación superior y no el 37% como sucede en nuestro país. Esto nos habla de la imperiosa necesidad de seguir incentivando el desarrollo de nuevas universidades o el crecimiento de las actuales como una forma de darle sustento real al desarrollo de Chile.

En el caso de nuestro país, esto tiene también un componente de justicia social, toda vez que el acceso a la universidad es igual de malo que la distribución del ingreso. Así, mientras el 70% de los jóvenes de familias ricas está estudiando en los planteles de educación superior, menos del 10% de los pobres tiene ese privilegio. Por ende, avanzar en la cantidad es un componente básico también en la lucha contra la desigualdad.

Nada de esto significa olvidar la calidad. Simplemente hay que buscar mecanismos que aseguren una buena enseñanza, pero no a costa de impedir un mayor acceso. Por lo demás, en Chile el tema de la calidad ha avanzando con bastante fluidez, sin necesidad de acreditaciones obligatorias. Basta mirar los ranking de prestigio para advertir que son numerosas las universidades que, siendo jóvenes, se encuentran en los primeros lugares al momento de ser evaluadas. O constatar los resultados de una reciente encuesta de Adimark, donde se pregunta por las instituciones de donde egresan los mejores profesionales. De las once primeras, seis son privadas. Finalmente, si se observan los resultados de la propia acreditación institucional, se constata que el mayor déficit lo tienen algunas universidades tradicionales.

De esta forma, se puede decir que el crecimiento del sistema universitario ha venido de la mano de una mayor calidad. Pocos dudan que las universidades son hoy mejores que antes, tanto en términos docentes, de investigación, como de infraestructura. Decir lo contrario no es más que una añoranza. Por ello, incentivar el crecimiento del sistema universitario debiera ser una prioridad central para Chile.

 

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