Director Revista Capital

No deja de ser penoso ver cómo la mezquindad termina infiltrándolo todo y hoy, como también ocurrió durante el anterior gobierno, desde algunos sectores se pretende vincular la preocupación ciudadana por la delincuencia y la seguridad pública con intereses políticos… Que los medios (de derecha, por supuesto) inflan el tema en busca de rating fácil, que los sectores amigos de los Estados policiales exageran a propósito una realidad que no es tal, que las cifras de delitos no avalan las percepciones, que Paz Ciudadana tiene agenda, que los cacerolazos son del barrio alto, que etcétera.

Es penoso, porque un tema que cruza transversalmente las preocupaciones de la sociedad y que golpea con especial fuerza a los sectores más vulnerables termina entrando en el juego del tira y afloja de quienes creen que todo en la vida de las ciudades pasa por escaramuzas entre gobernantes y opositores, si es que no por una suerte de lucha de clases que lo permea todo.

Encuestas de todo tipo han mostrado históricamente que la delincuencia es una de las principales preocupaciones en el país y una de las áreas peor evaluadas de los distintos gobiernos. Un tema que, es cierto, más allá de que pueda mantenerse estadísticamente estable y comparativamente en buenos niveles regionales, inquieta de verdad a los chilenos y respecto del cual los esfuerzos realizados parecen seguir siendo insuficientes.

En efecto, la reforma al sistema procesal penal, el aumento en las dotaciones y equipos policiales y la inversión en recintos penitenciarios permitieron en su momento avances, pero lo hicieron sobre bases muy bajas, en donde la deuda acumulada era gigantesca.

Es así como hoy es evidente que aún queda mucho por hacer en torno de un tema cuyas dinámicas son multifactoriales y cuya forma de abordarlo tiene una extraordinaria similitud con la salud, en donde prevención y combate a los síntomas van de la mano con la promoción de una vida sana, en este caso una vida sana en sociedad.

Lo anterior supone realizar esfuerzos en distintos ámbitos que tienen que ser articulados a largo plazo con visión de Estado, de modo que lo que se haga vaya más allá del juego de la política de corto plazo, porque los resultados en este ámbito no suelen verse muy rápido.

Sin ser necesariamente la fórmula correcta ni una panacea, en esta edición el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani arroja algo de luz sobre algunos de los métodos que surten resultados: policías bien pagados y depurados de la corrupción; sistemas de información que permitan hacer inteligencia policial sofisticada; señales de baja tolerancia al crimen por parte de la sociedad; un sistema judicial eficaz y bien aceitado; cárceles que no son escuelas de criminales, sino que espacios de reinserción social, etcétera. Fórmulas bien conocidas a las cuales hay que hacerlas escalar en la lista de prioridades y destinarles más recursos, porque allí es donde se dan muchos de los síntomas más ominosos de la desigualdad. •••

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