Si en la sociedad meritocrática los títulos y grados académicos al final, paradójicamente, operan un poco a la manera de los antiguos blasones de la sociedad aristocrática, la necesidad de distinguir entre los abolengos que son verdaderos y los falsos volvió a la palestra después del vergonzoso episodio protagonizado por la filósofa Carolina Depassier en […]

  • 23 Marzo, 2007

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