El actuar humano se priva de un aspecto fundamental de su ser, cuando sólo piensa en los resultados y no toma en cuenta la dimensión ética que lleva grabada. Por Fernando Chomali.

 

 

 

Leyendo un libro de ética empresarial de Loosdrept, que lleva el sugerente título Prevenir los riesgos éticos de su empresa, me encontré con un elenco de una serie de actitudes que pueden ayudarlo a pronosticar la salud de su compañía en cuanto a decisiones se refiere. El autor plantea que hay que preocuparse mucho si es común escuchar las siguientes frases en el diario vivir de la empresa de la cual usted es dueño o ejecutivo:

“Esto lo hago ahora y nunca más”.

“Esto que voy a hacer no se lo cuentes a nadie”.

“Lo que importa son los resultados y no tanto cómo se llega a ellos”.

“Pero si todo el mundo lo hace; además, siempre lo hemos hecho así”.

“No estamos obligados a decir cómo logramos esto”.

“Hagamos la vista gorda”.

“Pero si no es tan grave”.

“Mira, si tuviéramos que respetar todas las reglas no haríamos nunca nada”.

Si estos “códigos” están inscritos en el ADN del modo en que su empresa o usted llevan a cabo su labor, significa que las cosas andan muy mal, dado que con esta forma de actuar no sólo obtiene beneficios de manera poco honesta y poco transparente, sino que además genera una cultura de la ilegalidad, que es fuente de corrupción. Cuando se enquista este modo de actuar, los deseos personales prevalecen por sobre los principios y la sociedad termina siendo la mera suma de las acciones individuales de las personas y no un conjunto de personas que quieren formar una comunidad inspiradas por el bien común. Haga un estudio en su empresa en cada uno de los niveles de responsabilidad para ver si estas prácticas se dan. Podría llevarse sorpresas.

Por el contrario, si cada decisión que se tome está inspirada por el intento de buscar la verdad y el bien, anda por un buen camino. Sería interesante que llevara a todos y a cada unos de los miembros de la empresa a responder las siguientes preguntas antes de actuar. Le aseguro, por lo demás, que el clima laboral en su empresa y en Chile sería muy distinto:

“Lo que estoy haciendo, ¿es legal, es ético, es conforme a las normas de conducta que yo quisiera para la sociedad en la que vivo?”

“¿Es honesto lo que estoy haciendo?”

“¿Me siento conforme con lo que estoy haciendo; le haría lo mismo a una persona a la que quiero?” “Si me lo hicieran a mí, ¿qué pensaría?”

“¿Quisiera que mi familia se enterara de lo que estoy haciendo?”

“Si todas las personas actuaran como yo, ¿qué mundo construiríamos?” Estoy cierto de que nos habríamos ahorrado muchos malos ratos y mucho dinero, que pudo haberse utilizado en paliar tantas necesidades, si antes de actuar todos y cada uno de los chilenos nos hubiésemos hecho estas preguntas y las hubiésemos respondido adecuadamente. Desde este punto de vista, soy un convencido de que el actuar humano se priva de un aspecto fundamental de su ser cuando sólo piensa en los resultados y no toma en cuenta la dimensión ética que lleva grabada. Estas preguntas nos pueden ayudar.

Hoy, más que nunca, hemos de insistir con mucha fuerza en que la racionalidad al interior de la empresa ha de ser económica, por cierto, pero también ética, sobre todo cuando ya está más que demostrado que haber pauperizado esta dimensión de la esfera pública lo único que ha traído es corrupción, pobreza y, lo que me parece especialmente grave y de lo cual se habla poco, es un muy mal ejemplo para los jóvenes que le dan más crédito a lo que ven que a lo que oyen, según palabras de Séneca.

Asumir esta dimensión ética de la vida personal y social sólo será posible en la medida en que generemos una cultura nueva vinculada al reconocimiento de las personas por lo que son y no tanto por lo que tienen y hacen, junto con hacer ver desde muy pequeños que la auténtica felicidad está más vinculada a la lealtad de los propios principios y la satisfacción de hacer bien las cosas mirando al bien común, en lugar de percibir la vida como una oportunidad para tener más, incluso a costa de los principios, el bien de los demás y el bien común. Sería muy deseable que todos meditáramos estas palabras. Estoy cierto de que la cara de nuestro querido Chile sería muy distinta, así como las portadas de los periódicos y los avances noticiosos. Nos guste o no, una cosa es clara: somos lo que hacemos y hacemos lo que somos. Esto puede ser un círculo vicioso pero, tomando las medidas que corresponden, puede ser también un círculo muy virtuoso. Apuntemos a eso.

 

 

 

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