Por más emocionantes que hayan sonado en el minuto a minuto los resultados parciales de las elecciones presidenciales en Estados Unidos este 6 de noviembre, finalmente sucedió lo que se esperaba. Barack Obama triunfó sobre el republicano Mitt Romney, los demócratas mantuvieron su mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes sigue bajo el control del Partido Republicano.

Uno de los principales temas de debate en la campaña fue el aspecto económico, particularmente por la lenta recuperación que registra la (aún) economía más grande del mundo luego de la crisis 2008-2009. El empleo, el consumo y el sector vivienda de Estados Unidos se han mantenido aletargados o deprimidos y dependientes del mega-estímulo monetario y fiscal implementado desde entonces. El banco de la Reserva Federal ha provisto a la economía de toda la liquidez necesaria para evitar una recaída a través de una política monetaria expansiva; sin embargo, como sostuvo Ben Bernanke, su presidente, la política monetaria per se no es la panacea, sino que precisa de una política fiscal que la acompañe.

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Por eso resulta clave recordar que, paralelamente a las elecciones, se aproximan fechas en las que los períodos pre-determinados de vigencia de importantes estímulos fiscales (exenciones tributarias, gastos del gobierno, entre otros) comienzan a vencer. Si no se hace nada al respecto, la economía estadounidense podría llegar a “desbarrancarse” y caer en un “precipicio fiscal” (Fiscal Cliff) que le podría costar hasta un 5% del PIB.  Sin embargo, a pesar que hay diferencias ideológicas estructurales entre la filosofía económica de los demócratas y los republicanos (que salen a la superficie en momentos de tensión electoral), un escenario razonable y de alta probabilidad de ocurrencia indica que no existen mayores diferencias entre las medidas de corto –e inclusive mediano- plazo que se tomarían por quien resultara vencedor.

La solución adecuada parece ser más o menos obvia. Son necesarias políticas económicas pro-crecimiento de corto plazo que propulsen el regreso de la confianza y el fin de la incertidumbre y llegar, en consenso, a una solución creíble de largo plazo al gravísimo problema de endeudamiento fiscal del gobierno de los Estados Unidos. Éste se acerca a ser insostenible y que, a todas luces, habiendo visto el costo que está significando para Europa, sería catastrófico no abordar a tiempo. Los mercados se aliviarían por el “no cambio” con el triunfo de Obama y teniendo en cuenta que el espíritu pragmático norteamericano llevará –no exento de discusiones y ruidos- a una solución consensuada a los problemas económicos del país.

¿Por qué plantear este escenario? Porque los recientes indicadores económicos reflejan un sólido comienzo del tercer trimestre.  Y cabe destacar a los sectores/ámbitos clave, en los que la creación de empleos pasó de 45.000 en julio de 2012 a 171.000 en octubre de 2012, las solicitudes de beneficios de desempleo bajaron de niveles de más de 400.000 semanales hasta 340.000, el menor desde comienzos de 2008. Por otro lado, el índice compuesto del sector vivienda (contiene precio, unidades vendidas, entre otros) pasó de 17 en octubre de 2011 a 41 en octubre de este año. Finalmente, los índices líderes (predictores de la actividad económica para los próximos 6 a 12 meses), los ISM, señalan expansión económica.

En lo que al sector corporativo se refiere, los resultados al tercer trimestre de 2012 siguen mostrando un eficiente desempeño, con las utilidades superando casi 4% las estimaciones de los analistas. Pero las proyecciones (guidances) de las empresas han sido negativas, lo cual, definitivamente, ha estado influenciado por la incertidumbre, principalmente política, que frena las decisiones de inversión. Esto podría revertirse gradualmente en la medida que se vislumbren certezas respecto del manejo económico.

No obstante, no sólo Estados Unidos importa hoy en día. La economía china es la segunda más grande del mundo y su desempeño afecta más directamente a algunas economías latinoamericanas, como Chile. China vive un proceso político de cambio de líderes del Partido Comunista. Éste se ha visto enturbiado por escándalos políticos-económicos  no conocidos para el gigante asiático que parecen haber demorado los anuncios de cambios en la administración gubernamental que han sido, junto a las elecciones en Estados Unidos, causa significativa de incertidumbre en los mercados y en las decisiones de inversión a nivel mundial. Se alivia el ruido político originado en Estados Unidos. Ahora, queda China. Ver si se despeja algo más la incertidumbre que pesa en la economía y los mercados y se gatilla un nuevo despegue global. Uno, por qué no esperarlo, más creíble y sostenible, inclusivo y flexible, que integre los importantes cambios en todo los ámbitos que viene experimentando el mundo en estos tiempos.

 

Jimena Llosa B. es socia y gerente de estrategias de inversión en Compass Group

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