Por Patricio Navia
La entrada liberada para las autoridades genera una distancia innecesaria con los chilenos comunes y corrientes.

 

Entre sus iniciativas sim­bólicas destinadas a promover la transparencia y probidad en el gobierno, la presidenta Bachelet debiera también poner fin a la tradicional costumbre de que las autoridades de gobierno pueden entrar gratis a los estadios y a los recintos deportivos. Porque una imagen dice más que mil palabras, el día que veamos a las autoridades pagar por sus entradas igual como hace cualquier ciudadano, los chilenos sabremos que el gobierno está honestamente comprometido con las iniciativas a favor de la probidad y la transparencia.

Porque el Estado siempre ha subsidiado de alguna u otra (a menudo insuficiente) forma las actividades deportivas, ya es una tradición que los gobiernos de turno gocen de la regalía (económicamente irrelevante pero simbólicamente decidora) de poder asistir gratis a los estadios. Ya sea porque reciben entradas especiales a cambio de la utilización de infraestructura deportiva de propiedad fiscal o porque simplemente se acostumbra que las autoridades no paguen, uno de los privilegios que gozan los gobiernos de turno es, para decirlo en forma simple, poder ir al estadio sin tener que pagar entrada.

Debido a que el estadio –y los eventos deportivos en general–son inusuales instancias donde la gente tiene la oportunidad de codearse con las autoridades, o al menos verlos de lejos, la práctica de entrar a los estadios sin pagar entrada repercute negativamente en lo que debiera ser la percepción de que las autoridades gozan de los mismos derechos y obligaciones que el resto de los ciudadanos. Porque una familia que va al estadio tiene que pagar su entrada, la entrada liberada para las autoridades inevitablemente crea una distancia innecesaria, y en este caso además injustificada, entre los chilenos comunes y corrientes y aquellos que forman parte de los gobiernos electos para representar los intereses de las personas.

Si las autoridades de gobierno reciben sueldos igual que el resto de los chilenos, ¿por qué deberían entrar gratis a los estadios? Uno pudiera alegar a favor de mejoras en los sueldos o transparencia en las dotaciones salariales de la burocracia pública para que los funcionarios de confianza reciban justa compensación con todos sus derechos y privilegios, y no tengan que boletear como trabajadores independientes. Pero no hay ninguna razón para considerar que el ingreso gratuito al estadio debiera ser considerado como parte del paquete de remuneraciones que reciben los hombres y mujeres más cercanos a La Moneda y, en particular, más cercanos a Chiledeportes y al Ministerio Secretaría General de Gobierno. Así, con sueldos apropiados a sus responsabilidades y calificaciones, los funcionarios de confianza podrán decidir si comprar entradas para los espectáculos deportivos o usar ese dinero para otros fines.

En el país de antaño, aquel en que alegadamente un presidente memorablemente dijo que “al que le toca ministerio no le toca camioneta”, las prebendas asociadas con el control del Estado tenían sentido. Pero un Chile que aspira a ser más moderno, transparente y probo, no puede darse el lujo de permitir que subsista la mala práctica de la entrada gratis para las autoridades.

Por cierto, el proceso de institucionalización que ha experimentado el país en años recientes también alcanzó a la forma en que el Estado financia los deportes. De hecho, gracias a que ahora hay mejor rendición de cuentas pudimos saber la forma en que algunos operadores políticos habían transformado a Chiledeportes en fuente ilegal de financiamiento de campañas. El escándalo que produjeron estas revelaciones probablemente ayudará a que las platas del deporte se utilicen mejor. Sin la institucionalización de Chiledeportes hubiera sido mucho más difícil desnudar lo que probablemente siempre fue una práctica común, independientemente del gobierno de turno. Pero en aras de esos mismos esfuerzos por promover la probidad y la transparencia, la práctica de entradas gratuitas para autoridades a los eventos deportivos también debiera finalizar. Si el gobierno recibe entradas gratis, éstas debieran ser sorteadas en forma pública y transparente entre organizaciones legítimas de la sociedad civil. Las autoridades pueden pagar sus entradas.

Por eso, la próxima vez que usted asista a un evento deportivo y se encuentre con una autoridad de gobierno, en aras de la probidad, la transparencia (pero también la igualdad promovida por la izquierda socialista en el poder), atrévase y respetuosamente dígale: “Respetable autoridad, yo pagué mi entrada; usted, ¿pagó la suya?”

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