Afortunadamente, el debate sobre la óptima duración del periodo presidencial no produce alineamientos partisanos.

Cuando una hoja de ruta clara y definida se combina con buena gestión, capacidad para construir consensos y habilidad política, cuatro años de gobierno son suficientes. La exitosa gestión de algunos alcaldes electos en 2004 es clarificadora. En tres años, el alcalde Claudio Orrego, en estrecha colaboración con la ciudadanía, ha logrado cambiarle el rostro a Peñalolén. Más que reclamar por el corto período, los gobernantes deberían aprovechar su tiempo en el poder para construir un legado positivo.

En varias oportunidades, la presidenta Bachelet ha comentado la corta duración de su mandato. Junto con reclamar que cuatro años era muy poco, Bachelet confesó que creía que su gobierno efectivo se acabaría a fines de 2007, porque las elecciones municipales en 2008 y presidenciales en 2009 contaminarían la agenda. En otra ocasión, improvisó comentarios sobre la conveniencia de un período de cinco años y/o la reelección presidencial. El ex presidente Frei también ha declarado su descontento con la reducción del período presidencial de seis a cuatro años. Pero los argumentos a favor de cuatro años son poderosos. La simultaneidad de elecciones presidenciales y parlamentarias conduce a la gobernabilidad y a la disciplina parlamentaria. La evidencia de otros países presidenciales es concluyente. Si se aumenta el período presidencial, se debería aumentar el legislativo.

Pero porque nuestros senadores duran ocho años en sus cargos, es impresentable aumentar los períodos legislativos sin alterar la saludable renovación parcial del Senado con cada elección de diputados.

Por otro lado, la propuesta de permitir una reelección presidencial no parece desatinada. Varios países de América latina la han adoptado. Pero ya que el nuestro es un presidencialismo fuerte, habría que distribuir mejor el poder. La elección directa de intendentes evitaría que el gobierno nacional pusiera a sus subordinados a trabajar en pos de la reelección presidencial. Aun si los intendentes electos son oficialistas, sus incentivos estarán alineados en forma distinta a los del presidente. Una sola reelección para un segundo período presidencial de cuatro años es perfectamente posible si es acompañada de la elección directa de intendentes.

Afortunadamente, el debate sobre la óptima duración del período presidencial no produce alineamientos partisanos. Aylwin alegó que en sus cuatro años en el poder logró hacer bastante. Como ya dije, la evidencia sobre el excelente desempeño de muchos alcaldes electos en 2004 confirma esa aseveración. Porque su comuna refleja las desigualdades propias de nuestro país, el ejemplo de Claudio Orrego en Peñalolén es decidor. Orrego ha logrado hacerse cargo de los complejos desafíos de un municipio que tiene que lidiar con la toma más emblemática de Chile, la consolidación de sectores de clase media-alta y la participación de una sociedad civil cada vez más activa. Desde disputas sobre planes de urbanización hasta el enfrentamiento por una planta de gas que se planea instalar en la comuna, Orrego ha tenido que enfrentar problemas complejos, divisivos y de difícil solución. Hasta el momento, si bien no ha ganado todas las batallas, ha conseguido más triunfos que derrotas. Mejor aún, la población de Peñalolén parece satisfecha con su labor. Su nivel de aprobación posiblemente es superior en su comuna al de la presidenta Bachelet.

Pero Orrego no se ha dedicado solo a enfrentar problemas. Sus innovadoras y creativas reformas en educación, que incluyen la construcción de nuevos colegios y la aceptación de colegios particulares- subvencionados como parte del sistema (aunque sean con fines de lucro), ya comienzan a dar frutos. Porque ha privilegiado el pragmatismo sobre el dogmatismo, y porque ha convertido la capacitación de los profesores y la incorporación de tecnología en las aulas en sus primeras prioridades, la mejora en la calidad de la educación en esa comuna contrasta con el estancamiento en el resto del país.

Los logros de la gestión de Orrego se extienden a salud, infraestructura, trámites burocráticos, participación ciudadana y gobierno transparente. Sin duda, la colaboración de concejales y líderes locales ha sido esencial. Pero Orrego fue electo como el líder de su comuna. Y ha demostrado liderazgo. Su ejemplo, y el de otros alcaldes electos en 2004 que también han logrado reformas importantes en sus comunas, deja en claro que, cuando se tiene la hoja de ruta clara y cuando existe la capacidad técnica y la habilidad política, cuatro años es suficiente para realizar grandes reformas.

Patricio Navia es académico del Centro de Estudios Latinoamericanos de New York University y de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Diego Portales.

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