Director Revista Capital

Fue en 2008 cuando la entonces ministra de la Igualdad de España, Bibiana Aído (PSOE), compareciendo ante el Congreso aludió a los “miembros y miembras” de la Comisión que la escuchaba. El revuelo e irritación que ocasionó su trasgresión fue tal, que el escritor y “miembro” de la Real Academia Española Arturo Pérez Reverte, tras inscribir a Aído en los “anales de la estupidez nacional”, llegó a preguntarse si bajo los códigos de la ministra no tendría que comenzar a definirse al brazo como miembro y a la pierna como miembra y a preguntarse cómo debían calificarse de ahí en más las piernas de los hombres y los brazos de las mujeres.

La historia, más bien la anécdota, da cuenta de las insólitas formas que ha llegado a tomar el tema de la igualdad de género, el cual tiene una capacidad singular de polarizar visiones, más allá de que en el mundo de los lugares comunes los puntos de vista tienden públicamente a confluir.

Se trata de un tema complicado, entre otras cosas porque quien opine puede ser objeto de sospechas en función de su género. Por eso, tal vez lo mejor es convenir desde ya lo obvio: nadie en su sano juicio puede entender por igualdad de género hacer iguales a hombres y mujeres, ya que de lo que se trata en este asunto es de igualar derechos y oportunidades entre ambos.

Avanzar en esa dirección es un esfuerzo necesario (al cual jugarretas verbales como las de “miembras” o “femicidio”, a nivel criollo, poco ayudan), no sólo porque emana de la esencia de los derechos humanos, sino porque definitivamente en el mundo moderno el progreso requiere de una adecuada conjunción de atributos y virtudes, donde el aporte combinado de hombres y mujeres es sustantivo.

Llega a ser algo penoso tener que decirlo en pleno siglo XXI, pero son justamente las diferencias entre hombres y mujeres las que hacen necesaria la participación de unos y otras en el proceso de creación de valor. Así lo están demostrando las organizaciones más dinámicas del mundo, en donde los códigos de la colaboración (versus competencia) están rindiendo excelentes resultados.

Hoy, recorrer ese camino que parte en la igualdad de oportunidades de género, es necesario e inevitable y debe progresar lejos del mundo de la confrontación infantil. Hombres y mujeres, con sus virtudes y defectos (que ambos los tienen por igual), pueden y deben combinarse en el devenir político, económico y social, de modo de producir un mejor orden de cosas en cada ámbito donde se manifiesten.

En esta edición de Capital, como lo hacemos cada año, dedicamos un espacio especial a mujeres que han conquistado posiciones destacadas en diferentes ámbitos. A nivel internacional, local y en distintas disciplinas, todas ellas han llegado donde están haciendo bien las cosas, con transpiración e inspiración, que debe ser la forma en que por igual hombres y mujeres se realicen. •••

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