Consternación en los mercados causó la información de que el broker norteamericano Bernard Madoff estafó a grandes personajes de la finanzas internacionales. A continuación uno de nuestros visitantes, Omar Villanueva Olmedo, nos presenta su visión sobre este tema.


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En una revisión de la prensa y de otros medios de comunicación virtual del exterior llama la atención que se obtienen pocos indicios sobre acciones legales contra los posibles responsables de acciones riesgosas o inescrupulosas con que se estafó a miles de empresas y clientes dañando profundamente la confianza de la comunidad económica mundial. Sólo se ha podido conocer que: un presidente aplicó un esquema de Ponzi para presuntamente defraudar en 50 mil millones de dólares a sus clientes; los ejecutivos de una empresa financiera habrían mentido a sus clientes; una empresa aseguradora ha demandado a una empresa de hipotecas por fraude, por la pérdida de cientos de millones de dólares; se están revisando las compensaciones de altos directivos que han recibido compensaciones millonarias en los últimos años, cuando ya se avecinaba la crisis financiera; y hay empresas que están bajo investigación por sus prácticas contables resquebrajando la fe pública.

Los 2 o 3 billones de dólares que se han destinado a paliar la crisis financiera podrían ser un tema sin importancia para nosotros, porque hasta ahora, se trata principalmente de fondos de carácter extranjero. Sin embargo, llama la atención que el problema que se inició hace más de un año con las hipotecas subprime en Estados Unidos se haya expandido a países lejanos, a continentes enteros y ha terminado por ser global repercutiendo ya en algunos inversores chilenos.

No se puede olvidar que la ley autoriza la colocación de parte de los fondos de las AFP en el exterior y que parte de nuestras reservas monetarias están bajo el efecto de estos delitos que han hecho cambiar el valor absoluto de esos activos financieros, por razones que nada tienen que ver con el mercado. Las decisiones más importantes de corrección hoy las están tomando jefes de gobiernos y directivos de bancos centrales, que no están acostumbrados a lidiar con iniciativas tan trascendentales y de tanta magnitud por sus efectos para las economías nacionales y mundial.

Hay que recordar que la crisis se inició en determinadas empresas y se fue extendiendo a otras y a sectores económicos enteros. Y en este barullo llama la atención que las situaciones que condujeron a la quiebra y a la absorción de algunos bancos y empresas, a la caída de industrias como la construcción, o la automotriz no sean motivo de un amplio estudio desde el punto de vista legal y judicial, por las posible múltiples responsabilidades civiles o criminales que pudieron tener diferentes personas en cargos de media y alta responsabilidad.

Cada empresa de las que están incluidas en esta debacle debe haber tenido o tiene un “modelo de negocio” y una “estrategia” que cuando se aplican, como corresponden, se cuida justamente que el modelo genere flujos positivos y los asegure en el corto y largo plazo, dentro de los márgenes que permiten las leyes y las conductas honorables. Las buenas costumbres y la honradez que inspiran la conducción de los negocios, no aseguran ser impermeables a los riesgos del mercado, pero enseñan que la viabilidad o el crecimiento sostenido obligan a ser prudentes y a someterse a las leyes. Estas son reglas que los consultores aprenden y recomiendan desde que se inician en la consejería y se deben tener presentes las universidades que forman profesionales para las empresas y gobiernos.

En fin, se observa una muy baja difusión de acciones legales en contra de quienes pudieron tomar decisiones irresponsables con riesgos más allá de la conveniente, por registrar como activos valores inexistentes, por emplear instrumentos que carecían de consistencia ante una crisis y, desde luego, por las infracciones e imprudencias que puedan haber cometido las agencias dedicadas al control de todas estas actividades. No existe, por ejemplo querella alguna del estado de Chile contra todos los que resulten responsables de este debacle financiero -que tiene efectos muy negativos sobre los ciudadanos y el valor de nuestros activos- por razones netamente delincuenciales. Vale recordar que dedicarse al negocio de hacerse de una gallina, de mala manera, supone un proceso legal más breve y parece tener un costo proporcionalmente mucho más alto para sus autores que en muchos de estos casos.

La formación ética para los negocios debe iniciarse desde el hogar y los colegios. Hacerlo es dotarse de un capital moral para el país que será muy valioso en el futuro. Estamos en una sociedad cada vez mas expuesta a la corrupción global y la que casi ya no adoctrina sobre “Los 10 Mandamientos” que incluyen: el no robar y el no codiciar los bienes ajenos. —

Omar Villanueva Olmedo/ Director OLIBAR Consultores Int’l

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