Por Roberto Sapag
Director Revista Capital

Diagnósticos y cifras sobran. Nadie podría decir que faltan antecedentes para afirmar que el estado de cosas en educación es lapidariamente malo en el país, aunque por ahí no falta quien decide compararnos con naciones que también están en problemas y la cosa a ratos les parece menos grave a algunos.

Pero no nos hagamos trampa en el solitario: El 10% más bueno dentro de los colegios de Chile ni se asoma a tener resultados como los que obtienen los alumnos del 10% de colegios más malos de Shangai. Basta con ese dato, porque se podrían listar cientos que dan cuenta del calado del déficit que hay en Chile.

Pero no sólo sobran diagnósticos, también sobran razones para hacer de este tema una prioridad nacional. Si se quiere poner en una perspectiva más bien pragmática, invertir con fuerza en la conformación de un capital humano de mejor calidad produciría un salto competitivo y económico sustantivo que pondría al país en las grandes ligas mundiales…

Pero no nos quedemos ahí, sólo en lo pragmático. Un país con un sistema educacional potente produciría sobre todo mejores personas, más capaces de expandirse y, por ende, más libres y realizadas, con la potencia de alcanzar bienestar y felicidad. Y eso importa tanto o más que los datos de PIB, que sin duda llegarán por añadidura.

Pero algo ha pasado que pese al diagnóstico y las razones aún chapoteamos en la pantanosa mediocridad de los rankings educacionales a nivel mundial.

En la web hay una presentación del experto en políticas públicas Gregory Elacqua, que se titula “Breve historia de las reformas educacionales en Chile (1813-presente): Cobertura, Condiciones, Calidad y Equidad”. Se trata de un PPT de 56 láminas altamente recomendable para constatar la importancia que desde los primeros años de la nación ha tenido el tema educacional en la discusión política y para deprimirse a la luz de los vaivenes vividos y del estado actual de las cosas.

Evidentemente algo no se ha hecho bien, pese a todo lo que se ha hablado por décadas.

Por eso como que duele el estómago seguir el actual debate del tema educacional. No se trata de hacer una lectura naif del asunto, porque una reforma educacional tiene necesariamente que hacer algo de ruido, pero no deja de inquietar que en la discusión no hay una cuestión de matices en confrontación, sino que radicales críticas y réplicas que, puesto en chileno, dan mala espina.

Qué lamentable sería farrearse la oportunidad única que tiene el país de lograr, ahora sí, un cambio real. La disposición de ánimo de todos los sectores está, las razones y los diagnósticos sobran y, vaya novedad, todo indica que plata habrá. En efecto, porque buena o mala (o menos mala, como dicen algunos) la reforma tributaria es ya un dato cierto de la ecuación y lo que todos esperan es que los gobernantes, la clases política y los intelectuales del país sepan despejar bien el resto de la ecuación. •••

0 0 votes
Article Rating