Por Cristóbal Bellolio/ Desde Londres

Escribo estas líneas con la resaca post Pride Parade, el evento más importante de la comunidad LGBT – lesbianas, gays, bisexuales y transexuales- de Londres. Llegué tempranito para no perderme el desfile. Buses convertidos en carros alegóricos, música estridente, bailes y disfraces. Cada grupo bien organizado con su estandarte transmitiendo fuerte y claro que su orientación sexual no desarraiga su identidad cultural. Vi marchar a las facciones gays de cada sindicato y agrupación política. Saludé a los equipos gay de rugby, fútbol, vóleibol y waterpolo. Divisé la estrella de David y la medialuna musulmana coloreadas con el emblema de la causa. Verifiqué que los ejemplares latinos eran por lejos los más escandalosos. Saqué fotos a las divas, a los ciborg y al pelotón de osos, esos grandes y barbudos que avanzaban al ritmo del soul. Me enternecí con las veteranas que lucían en sus camisetas “yo apoyo a mi hijo gay”. Me dio gusto ver familias completas brindando con champaña y a los policías asistiendo a todo el mundo con la cara de llena de risa. La buena vibra se desbordó en las calles hasta la madrugada. La parada terminó en Trafalgar Square, acostumbrada a hacer las veces de Plaza Italia. Decenas de artistas –no conocía a ninguno- amenizaron la jornada mientras a mi alrededor gays y lesbianas se tomaban a pecho el asunto del orgullo homosexual. Como bien decía uno de los oradores –el primer representante parlamentario públicamente fuera del clóset-, esta batalla ya no se trata de tolerancia, sino de respeto a la diversidad. Mientras el primer concepto lleva asociada una carga negativa –sólo toleramos lo que nos molesta- el segundo exige aceptación de la dignidad intrínseca de la distintas orientaciones sexuales. ¿En qué estado se encuentra Gran Bretaña con respecto al resto del mundo? En 2004 aprobó una ley de uniones civiles que en la práctica otorga a las parejas del mismo sexo los mismos derechos que el matrimonio tradicional –herencia, seguridad social, responsabilidad por el hijo del conviviente, deberes de mantenimiento, entre otrospero ahora la demanda es más ambiciosa. Como ya existe en en otras naciones europeas (Noruega, Suecia, Holanda, Bélgica, España y Portugal), la comunidad gay británica aspira ahora al matrimonio igualitario con todas sus letras. No les hace mucha gracia estar al mismo nivel de Francia, Italia o Grecia, países notoriamente más conservadores. Como una manera de poner el dedo en la llaga, por las pantallas gigantes de Trafalgar pasaba continuamente la noticia de que Argentina -¡Argentina!- ya permitía casamientos entre personas del mismo sexo. Pero, inmediatamente, recordaron que la mayoría de los países africanos y de medio oriente ni siquiera permitían la relación homosexual consentida. En estos casos, la legislación imparte desde multas y prisiones menores hasta cadenas perpetuas y penas de muerte. Los diarios británicos generalmente cubren con preocupación las historias de homosexuales condenados en Camerún, Sudán, Irán o Arabia Saudita. La comunidad LGBT está consciente de que los grados de libertad y consideración que disfruta en una ciudad como Londres son inéditos, si se mira la causa desde su perspectiva histórica. La batalla por iguales derechos civiles, sienten, está ganada en el mundo desarrollado. Su eslogan alude a este espíritu triunfalista que apela a los hechos consumados: some people are gay, get over it! Quizás por lo mismo, para el gobierno de David Cameron no existe urgencia política por avanzar más en esta área. Hoy sus esfuerzos están focalizados en desterrar la homofobia y la discriminación a través de programas educativos. Esto marca una diferencia con lo que ocurre en Chile, donde el presidente Piñera ha dicho que antes de terminar su mandato habrá promovido una institución para remediar las desigualdades civiles a las que se enfrentan las parejas del mismo sexo. Recién entonces dejaremos de compartir la categoría con Bolivia, Paraguay, Perú y Venezuela, el grupo de los países de la región sin ningún tipo de consagración legal al respecto. La diferencia, sin embargo, es más radical. La clase política chilena, en especial a la derecha del espectro, todavía lucha internamente por aceptar la diversidad sexual. Esto no los convierte en homofóbicos, pero sí retrata el estado cultural de nuestro debate. Para que se haga una idea, la Pride Parade viene siendo auspiciada desde hace 7 años por la Alcaldía Mayor de Londres, independiente de que su ocupante temporal sea laborista o conservador. ¿Se imagina a Zalaquett portando banderas multicolores y caminando junto a las Drag Queens criollas? Más todavía, un delegado del Home Office hizo uso de la palabra y entregó a nombre del gobierno tory un mensaje de apoyo y reconocimiento a la causa. ¿Se imagina al subsecretario Ubilla o al ex fiscal Peña sacando aplausos en una marcha como la que tuvo lugar en Santiago el pasado 25 de junio? Es cierto que a la derecha le corresponde esencialmente un rol más tradicionalista, pero en el caso británico se trata de una derecha que ya se movió al centro en estas materias, adaptándose a la fuerza invencible de los nuevos tiempos.

  • 17 Julio, 2011

Por Cristóbal Bellolio/ Desde Londres

Escribo estas líneas con la resaca post Pride Parade, el evento más importante de la comunidad LGBT – lesbianas, gays, bisexuales y transexuales- de Londres. Llegué tempranito para no perderme el desfile. Buses convertidos en carros alegóricos, música estridente, bailes y disfraces. Cada grupo bien organizado con su estandarte transmitiendo fuerte y claro que su orientación sexual no desarraiga su identidad cultural. Vi marchar a las facciones gays de cada sindicato y agrupación política. Saludé a los equipos gay de rugby, fútbol, vóleibol y waterpolo. Divisé la estrella de David y la medialuna musulmana coloreadas con el emblema de la causa. Verifiqué que los ejemplares latinos eran por lejos los más escandalosos. Saqué fotos a las divas, a los ciborg y al pelotón de osos, esos grandes y barbudos que avanzaban al ritmo del soul. Me enternecí con las veteranas que lucían en sus camisetas “yo apoyo a mi hijo gay”. Me dio gusto ver familias completas brindando con champaña y a los policías asistiendo a todo el mundo con la cara de llena de risa. La buena vibra se desbordó en las calles hasta la madrugada. La parada terminó en Trafalgar Square, acostumbrada a hacer las veces de Plaza Italia. Decenas de artistas –no conocía a ninguno- amenizaron la jornada mientras a mi alrededor gays y lesbianas se tomaban a pecho el asunto del orgullo homosexual. Como bien decía uno de los oradores –el primer representante parlamentario públicamente fuera del clóset-, esta batalla ya no se trata de tolerancia, sino de respeto a la diversidad. Mientras el primer concepto lleva asociada una carga negativa –sólo toleramos lo que nos molesta- el segundo exige aceptación de la dignidad intrínseca de la distintas orientaciones sexuales. ¿En qué estado se encuentra Gran Bretaña con respecto al resto del mundo? En 2004 aprobó una ley de uniones civiles que en la práctica otorga a las parejas del mismo sexo los mismos derechos que el matrimonio tradicional –herencia, seguridad social, responsabilidad por el hijo del conviviente, deberes de mantenimiento, entre otrospero ahora la demanda es más ambiciosa. Como ya existe en en otras naciones europeas (Noruega, Suecia, Holanda, Bélgica, España y Portugal), la comunidad gay británica aspira ahora al matrimonio igualitario con todas sus letras. No les hace mucha gracia estar al mismo nivel de Francia, Italia o Grecia, países notoriamente más conservadores. Como una manera de poner el dedo en la llaga, por las pantallas gigantes de Trafalgar pasaba continuamente la noticia de que Argentina -¡Argentina!- ya permitía casamientos entre personas del mismo sexo. Pero, inmediatamente, recordaron que la mayoría de los países africanos y de medio oriente ni siquiera permitían la relación homosexual consentida. En estos casos, la legislación imparte desde multas y prisiones menores hasta cadenas perpetuas y penas de muerte. Los diarios británicos generalmente cubren con preocupación las historias de homosexuales condenados en Camerún, Sudán, Irán o Arabia Saudita. La comunidad LGBT está consciente de que los grados de libertad y consideración que disfruta en una ciudad como Londres son inéditos, si se mira la causa desde su perspectiva histórica. La batalla por iguales derechos civiles, sienten, está ganada en el mundo desarrollado. Su eslogan alude a este espíritu triunfalista que apela a los hechos consumados: some people are gay, get over it! Quizás por lo mismo, para el gobierno de David Cameron no existe urgencia política por avanzar más en esta área. Hoy sus esfuerzos están focalizados en desterrar la homofobia y la discriminación a través de programas educativos. Esto marca una diferencia con lo que ocurre en Chile, donde el presidente Piñera ha dicho que antes de terminar su mandato habrá promovido una institución para remediar las desigualdades civiles a las que se enfrentan las parejas del mismo sexo. Recién entonces dejaremos de compartir la categoría con Bolivia, Paraguay, Perú y Venezuela, el grupo de los países de la región sin ningún tipo de consagración legal al respecto. La diferencia, sin embargo, es más radical. La clase política chilena, en especial a la derecha del espectro, todavía lucha internamente por aceptar la diversidad sexual. Esto no los convierte en homofóbicos, pero sí retrata el estado cultural de nuestro debate. Para que se haga una idea, la Pride Parade viene siendo auspiciada desde hace 7 años por la Alcaldía Mayor de Londres, independiente de que su ocupante temporal sea laborista o conservador. ¿Se imagina a Zalaquett portando banderas multicolores y caminando junto a las Drag Queens criollas? Más todavía, un delegado del Home Office hizo uso de la palabra y entregó a nombre del gobierno tory un mensaje de apoyo y reconocimiento a la causa. ¿Se imagina al subsecretario Ubilla o al ex fiscal Peña sacando aplausos en una marcha como la que tuvo lugar en Santiago el pasado 25 de junio? Es cierto que a la derecha le corresponde esencialmente un rol más tradicionalista, pero en el caso británico se trata de una derecha que ya se movió al centro en estas materias, adaptándose a la fuerza invencible de los nuevos tiempos.

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