Las sociedades maduras son capaces de tolerar la diversidad y de garantizar espacios para aquellos que tienen visiones diferentes.

 

Los llamados a censurar la controversial serie de televisión Papa Villa se ven fortalecidos después que el gobierno impulsara la censura al programa televisivo Epopeya. En vez de convertirse en adalid de la libertad de expresión, el gobierno de la Concertación abrió la puerta para que cualquier persona busque justificar la censura.

La libertad de expresión es, por definición, un derecho controversial. Nadie necesita ampararse en ella cuando dice cosas inofensivas. Este derecho debe ser garantizado precisamente para aquellas personas con puntos de vista minoritarios. Ya sea cuando se trata de cuestionar a la autoridad o ironizar sobre personas infl uyentes, este derecho es especialmente importante en sociedades caracterizadas por la desigualdad y el disímil acceso a los medios de información.

La serie de televisión Papa Villa ha producido polémica por la burda caracterización que realiza de un imaginario mundo donde cardenales católicos enfrentan la corrupción y deben lidiar con un infantil papa. Producida por la BBC, esta serie es “tasteless” (de mal gusto). Pero nadie está obligado a verla. Aquellos que se sienten ofendidos felizmente tienen decenas de alternativas en el cable. Más aún, la teleaudiencia tiene todo el derecho de castigar a MTV por mostrar el programa. Uno puede dejar de mirar ese canal como señal de rechazo a su línea editorial. Los avisadores pueden retirar sus anuncios comerciales.

Lamentablemente, cuando se trata de defender la libertad de expresión, hay muchas voces que prefieren guardar cómplice silencio en vez de llamar a la cordura a aquellos que enarbolan la bandera de la censura. Esto es especialmente cierto cuando grupos poderosos alzan su voz para exigir censura. Es importante que otros actores igualmente poderosos se consoliden como defensores de las libertades públicas. Durante años, los gobiernos de la Concertación impulsaron medidas a favor de la libertad de expresión y se constituyeron en aliados de la libertad de expresión. Pero después que el gobierno impulsara la censura al programa de TVN Epopeya, la autoridad no está en posición de hacer llamados a la cordura. La iniciativa a favor de la censura, impulsada por el canciller Foxley, secundada por el presidente del directorio de TVN Francisco Vidal (que reprensiblemente aprovecha esa tribuna como líder de una empresa pública para hacer política como militante del PPD) y tácitamente apoyada por el silencio de la propia presidente Bachelet, hipotecó la autoridad moral de la Concertación para defender la libertad de expresión. Además, fue inútilmente cortoplacista. El programa de televisión, supuestamente dañino hace dos meses para las sólidas relaciones con Perú, será transmitido en estos días por TVN. Pero el daño para la causa de la libertad de expresión será mucho más duradero.

El caso de la serie de televisión Papa Villa demuestra una vez más lo difícil que resulta ser tolerante cuando grupos mayoritarios de la sociedad se sienten ofendidos. Abundan los programas de televisión que se burlan de las religiones y sus adherentes.

Regularmente en televisión somos testigos de parodias que irrespetan a presidentes en ejercicio, empresarios, iconos culturales o figuras públicas. El ser rostro público implica una elegibilidad implícita para ser víctima también de la crítica o la ironía pública.

Intentar censuras constituye, además, un contrasentido. Mucha más gente sabe de la existencia del polémico espacio cuando arrecian las críticas. Más popular se hacen los programas cuando efectivamente son censurados. En la era de internet resulta muy fácil acceder a ellos. Peor aún, los llamados a la censura reflejan la intolerancia y el autoritarismo de aquellos que se consideran moralmente superiores y con capacidad para decidir qué pueden y qué no pueden ver por televisión pagada los ciudadanos.

Las sociedades maduras son capaces de tolerar la diversidad y de garantizar espacios para aquellos que tienen visiones diferentes. El derecho a disentir, aun si es a través de formas e instrumentos que pueden ser considerados ofensivos, debe ser respetado. La necesidad de combatir el autoritarismo y la intolerancia son especialmente importantes en sociedades que tradicionalmente han estado marcadas por la homogeneidad cultural y por la imposición de valores desde la elite. Lamentablemente, ahora que algunos levantan su voz para exigir la censura de un desatinado programa de televisión por cable, el gobierno centro-izquierdista y socialista de la otrora libertaria Concertación no está en posición de hacer un llamado a la cordura y alzarse como enemigo de la censura y garante de la libertad de expresión.

 

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