¿Acaso queremos una sociedad en que la violencia sea el modo de resolver los conflictos a los que puede estar sometida una madre?

Se escuchan voces en la sociedad chilena que quieren legalizar el aborto. Abogan por que eliminar la vida de un ser humano antes de que nazca sea un derecho de la mujer. Para lograr tal objetivo apelan a casos dramáticos que pueden darse en la vida. Por ejemplo, el de una joven que fue violentada sexualmente y gesta un hijo del agresor, o bien el de una mujer cuya salud o incluso su vida corren peligro debido a su situación de gravidez.

Lo primero que se le puede pedir a estas personas es que para lograr sus objetivos no apelen a los sentimientos de la gente y digan exactamente lo que piensan: que la mujer, en virtud de su autonomía, tiene derecho a decidir si la vida que lleva en su seno siga viviendo o no. Ese es el tema de fondo. Algunos suponen que la vida de ellos vale más que la de un ser humano en desarrollo, olvidando que ellos mismos pasaron por esa etapa en sus vidas. Esas personas, para justificar su postura, faltan a la verdad. Dicen, por ejemplo, que el embrión en sus primeros estadios es sólo un conjunto de células. Esa es una lectura pequeña, porque en estricto rigor se podría decir lo mismo de un adulto. Les recomiendo que lean los libros de embriología con los que estudian todos los alumnos de medicina del mundo, que enseñan que desde el momento de la fecundación se inicia una nueva vida humana.

Faltan a la verdad también cuando dicen que es parte del cuerpo de la madre. En primer lugar, el embrión tiene vida independiente, es diferente al padre y a la madre, es un nuevo ser humano con su genoma propio y ya sexualmente definido como hombre o como mujer. Además, si ese es el argumento, ¿por qué no promueven una ley en la cual los médicos puedan amputar los brazos al que no quiera tenerlos o un ojo al que no quiera ver, o el corazón al que lo quiera donar? El argumento de que el embrión es parte del cuerpo de la madre es falaz.

Faltan a la verdad también cuando dicen que legalizando el aborto se van a terminar los abortos clandestinos. Hoy, más que nunca, los médicos deberían ser más claros en su posición a favor de la vida. De no hacerlo, terminarán siendo meros ejecutores de lo que la ley plantee, aunque sea inmoral. ¿Se imaginan a los alumnos de medicina estudiando y practicando cómo realizar abortos, para que sean “seguros”? Seguros para la madre, obvio, pero a costa del feto. Impensable. Ellos saben muy bien que la disyuntiva madre o hijo es escasa. Pero insisten en ese punto para conmover los sentimientos de las personas y adormecerles la razón. ¿Por qué van a obligar a la madre o al médico a optar por una vida en desmedro de la otra, y de la más débil? Eso se llama cobardía y un acto de violencia. Cuando se da esa situación, un médico ha de hacer todo lo humanamente posible por salvar ambas vidas. Si una o las dos
mueren, es por causa de la situación médica, pero no por una acción deliberada en contra de un ser humano inocente.

Y en el caso del embarazo fruto de una violación, practicar un aborto tampoco tiene justificación alguna. Primero, porque a un caso de injusticia, la violación, se le agrega otro, la eliminación deliberada del inocente, del débil. No soluciona nada; al contrario, le añade otro drama, el del acto abortivo. El talante de una sociedad se engrandece cuando siempre opta por la vida.

Llegó la hora de sincerarnos. Quienes piensan que un delito se soluciona declarándolo legal, ¿por qué no presentan un proyecto de ley que permita el robo en las casas con la intención de disminuir su número? Porque es absurdo. En relación al aborto hay preguntas bien de fondo que quisiera plantear. ¿Acaso queremos una sociedad que haga caso omiso de que cuando estamos frente a un embrión, por incipiente que éste sea, estamos en presencia de un ser humano, uno de los nuestros? Más que claro es que si no lo ha sido desde el momento de la fecundación no lo será jamás y que cuando una madre se embaraza no espera sino a un ser humano, su propio hijo. ¿No es esa posición una abdicación a dejar que la razón ilumine los actos y no la pasión o las ideas preconcebidas? ¿Acaso queremos una sociedad en que la violencia sea el modo de resolver los conflictos a los que puede estar sometida una madre? ¿Acaso la sociedad le puede entregar en propiedad a la madre un ser humano como si fuese una cosa, al punto de que pueda terminar con ella deliberadamente? Esa atribución no la tiene porque no le pertenece. Tan simple como eso. Seamos claros: si no defendemos el más básico de los derechos, que es el que se respete la vida desde el momento de la fecundación hasta la muerte natural, no habrá ninguna razón para no conculcar otros derechos que se siguen de éste. Aprobar el aborto en Chile sería muy triste y, si no lo decimos con claridad y sin ambigüedades, seremos todos cómplices. Estos argumentos de razón quedan más enriquecidos aún por la fe, que nos plantea que cada ser humano es creado por Dios a su imagen y semejanza y que posee una dignidad tal que merece ser cuidado y respetado en toda circunstancia.

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