Paradójico. Hace algo más de un año discutíamos sobre la “flexiguridad” y el modelo laboral danés. Era el resultado de las propuestas del propio ministro de Hacienda. Hoy el debate avanza por el camino opuesto y tiene sus dardos fijados en la subcontratación.
Por Andres ConchaParadójico. Hace algo más de un año discutíamos sobre la “flexiguridad” y el modelo laboral danés. Era el resultado de las propuestas del propio ministro de Hacienda. Hoy el debate avanza por el camino opuesto y tiene sus dardos fijados en la subcontratación. Por Andres Concha

Hace un año el ministro de Hacienda, en el escenario de la Enade, acuñó el concepto de la “flexiguridad”, una palabra difícil, pero que explicaba fácilmente un exitoso diseño del marco laboral implementado en Dinamarca. Este gran sistema tuvo que ser descartado por el alto costo que demanda su implementación: cercano al 5% del PIB. Así esta interesante iniciativa fue desplazada del centro del debate laboral por la nueva Ley de Subcontratación, que había sido aprobada primero en la Cámara de Diputados –en medio del fragor de la contienda de la última elección presidencial– y ratificada por el Senado cuando asumió el nuevo gobierno.
Esta ley busca, principalmente, corregir ciertas prácticas como el denominado “suministro permanente” que se da en casos de subcontratación, donde los trabajadores contratados por un empleador por tiempo indefinido quedan bajo lo que se denomina subordinación y dependencia de otro empleador, el que realiza y dirige las actividades productivas involucradas. En el caso de Codelco, donde en estas semanas ha hecho ebullición el tema, la revisión que ha realizado en las faenas la Dirección del Trabajo, entidad encargada de fiscalizar el correcto cumplimiento de la ley, demuestran lo delicado que la aplicación de la Ley de Subcontratación puede resultar para el normal desenvolvimiento de las actividades. ¿Por qué está resultando tan complicado?
Para entenderlo debemos analizar cómo ha ido evolucionando la organización productiva en Chile. El mundo global es abundante en oportunidades, pero sólo las pueden aprovechar quienes saben llevar adelante sus negocios y atender debidamente a sus clientes. Quien no hace bien ese trabajo, es desplazado rápidamente por un competidor que ofrece un mejor producto y/o servicio.
La experiencia mundial ha demostrado que para ganar en eficiencia, es mejor hacer pocas cosas bien, que muchas mal. Aplicar el principio de la especialización.
Los médicos conocen muy bien este principio y los pacientes mejor. Siempre hay que consultar con el especialista cuando se trata de resolver el problema específico que afecta a la salud. Eso mismo ocurre con las empresas. Así ha surgido el concepto del outsourcing, que agrupa un gigantesco número de empresas que ofrecen servicios a terceros en el mundo entero. Porque las empresas, hace tiempo ya, dejaron de ser autosuficientes. Cualquier observador que ingrese a los recintos de una empresa, podrá darse cuenta que en ellas existe un trabajo sincronizado entre distintos trabajadores que mantienen contratos de trabajo con diferentes empleadores. Contratistas, subcontratistas, profesionales independientes, técnicos y empleados directos coexisten bajo la coordinación de quien lleva adelante la producción, y que legalmente se le denomina mandante o contratante.
Es evidente que en muchos casos un inspector que fiscalice el cumplimiento de la ley podrá constatar la existencia de subordinación y dependencia de trabajadores de terceras empresas respecto del mandante, ya que es este personaje el que coordina el proceso total de la actividad y además es el responsable directo de cualquier accidente que ocurra en los lugares de trabajo. Pero si el inspector pretende incorporar a estos trabajadores terceros a la planilla del mandante, posiblemente la empresa perderá pie arriesgando un frenazo o un porrazo. Es como meter un palo entre los rayos de la bicicleta. Se estaría asimilando la subcontratación que promueve la competitividad, la inversión, nuevas oportunidades y mejores condiciones de trabajo, en una mala práctica laboral, lo cual constituiría un error evidente.
Por eso es indispensable un buen manejo de la ley, uno que permita continuar pedaleando a buena velocidad y con cierta seguridad, como lo requiere nuestro país.

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