Economista

Tradicionalmente se habla de los tres grandes poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, que en la Constitución se ordenan con equilibrios y balances. En nuestro país, quizás por razones históricas, estos poderes están desequilibrados. En Chile tenemos un Poder Ejecutivo demasiado poderoso, un Legislativo muy limitado en sus atribuciones, y un Poder Judicial demasiado vulnerable en relación al Ejecutivo.

Estos poderes deben necesariamente ser vistos como un sistema, no en forma aislada. Por eso la manera en que se reformó el binominal, en un sistema fuertemente presidencialista, fue un error histórico que se entenderá en 5 años más, cuando ya será muy tarde, y el Ejecutivo no pueda gobernar. Esto ya ocurrió en Chile, y no aprendimos nada de la historia, y por ello cometemos el mismo error nuevamente. Miramos al futuro por el retrovisor.

Otra manera de ver la sociedad es sobre la base de tres de sus grandes unidades estructurales: el ser humano (individuo), el Gobierno y el Estado. El Estado es un concepto muy abstracto y difícil de captar en su integridad. En las sociedades totalitarias se tiende a confundir con el gobierno, y eso es un intento permanente de las izquierdas tradicionales o de otras dictaduras. El Estado está basado en un contrato social que normalmente está definido en la constitución, llevado a las leyes o Estado de derecho, pero donde también la cultura y la historia tienen mucha fuerza. Es como la ley oral, a veces aún más importante que la escrita.

Quien realmente debiera cautelar o sostener la visión de Estado, de bien común, y de largo plazo, a mi juicio es el Parlamento que define las leyes que en principio afectan a todos por igual. En los países subdesarrollados ya sabemos que eso no es así. Los legisladores deben ver el bien común, y no los intereses de quienes representan. En Chile, las mayorías circunstanciales le ponen el pie encima al resto, generando un conflicto que en uno u otro momento explota.

Las leyes deben ser justas, lo que es un término muy complejo. Por de pronto hablamos de una justicia humana no inmanente. Por ser humana siempre será imperfecta. Lo justo no es necesariamente lo mismo que igualdad. La igualdad, que por cierto es uno de los criterios de equidad, es sólo un caso particular de justicia, pero hay otros dependiendo de la situación o problema en cuestión. La igualdad ante la ley es fundamental, o el acceso a las oportunidades. Pero en ciertas áreas como el deporte, las notas de la educación o la economía, lo justo es lo proporcional al aporte o rendimiento. En otros casos, lo justo es en función de la necesidad, como los desastres naturales, algunos casos de salud y otros. Para la izquierda, no obstante, el único principio de equidad es igualdad y, por eso se equivocan tanto y, finalmente, las sociedades no funcionan y terminan colapsando o distribuyendo sólo la pobreza.

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El Gobierno, o Poder Ejecutivo, es algo más concreto e inmediato: su tarea es administrar o gestionar al Estado en diversos niveles (nacional, regional, local). En Chile tiene también el manejo de la agenda legislativa. En los gobiernos ideologizados en extremo, la gestión es reemplazada por el discurso que nunca resuelve los problemas. En las políticas públicas, algunas son de Estado, otras atribuciones del Gobierno. En suma, es fundamental en la cultura cívica no confundir ambas entidades. En nuestro país, la gran mayoría de la población no hace tal distinción. Por eso es tan frecuente el error de las políticas públicas.

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Finalmente está el individuo, que en mi opinión debiera ser el actor principal, y no siempre se logra. Los individuos somos anteriores al Estado y debiéramos ser la base y el objetivo de todo, por cierto en equilibrio con lo colectivo que es esencialmente instrumental. Lo colectivo es necesario en una sociedad, y requiere ceder algunas libertades personales en función de lo común.

Necesitamos normas básicas de convivencia y respeto. Lo colectivo también origina responsabilidades para que la sociedad funcione. A la vez, necesitamos respetar las libertades del otro. El ideal, entonces, parece ser ceder el mínimo de libertades personales para la mejor convivencia colectiva y no el máximo. Mientras más regulaciones tiene un país, más corrupto se tornará en el tiempo.
Los regímenes de izquierda en general privilegian lo colectivo sobre lo individual y tratan de controlar todos los aspectos del Estado, incluyendo la educación, la salud, la producción y los servicios, entre otros. De esta manera, finalmente se politizan todas las instituciones y ello termina en su inadecuado funcionamiento en el largo plazo. Es la tentación del poder, que tiende a corromper.

Los individuos forman estructuras en la sociedad civil como los partidos políticos, gremios, iglesias, clubes deportivos, asociaciones culturales. Así, estas agrupaciones que tienen por definición sus propias agendas corporativas postulan de una u otra manera a dirigir el gobierno, o ser parte de la legislatura. Lo que frecuentemente ocurre, es que los partidos u otras organizaciones de manera indirecta, como por ejemplo las iglesias, pueden lograr el control del Parlamento y del Ejecutivo. Dependiendo de la ideología, favorecen al individuo o a lo colectivo.

El peor de los escenarios es cuando el populismo se logra apropiar del poder y ofrecer una sociedad de derechos sin responsabilidades. Es lo que ocurre hoy en Chile; pan para hoy, hambre para mañana, una vez que se agotan los recursos acumulados. Es el drama de Grecia, de Venezuela, de Argentina.
De esta manera los populismos ofrecen espejismos que normalmente terminan en pérdida de las libertades personales acompañado de mucha pobreza. En Chile, el presupuesto público crece al 10% y la economía al 2%. De mantenerse esa condición, el pronóstico es elemental.

Lo importante es que no debemos perder de vista las libertades individuales como centro de la organización social, entendiendo que son básicamente éstas las que deben ser llevadas a la categoría de derechos. Cada individuo es especial, único e irrepetible. Cada ser humano tiene el derecho esencial de buscar su propio sentido vital, el que debe ser compatible con el sentido general de la vida, y de los acuerdos colectivos de la sociedad. Es sólo la sabiduría, más que la ideología, la que es capaz de lograr dichos equilibrios. Sabiduría, lamentablemente, es lo que más falta en nuestra sociedad en la actualidad. •••

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