Estoy aquí para honrar una de las más antiguas y potentes alianzas que el mundo haya conocido”. La frase sintetiza el ánimo y el carácter de la visita de Estado que Barack Obama acaba de concluir en Reino Unido. Parafraseando el popular reality de Paris Hilton en MTV, Obama dejó claro que Washington y Londres están llamados a ser auténticos BFF: Best Friends For ever. Las particularidades de la relación USAUK están a la vista. Por de pronto, se trata de un viejo imperio y su colonia estrella. Luego, de dos enemigos en el campo de batalla. Más tarde, el siglo XX fue testigo de cómo ambas naciones construyeron un sólido entendimiento ideológico en torno a las ideas de libertad y democracia. Militarmente, Estados Unidos contribuyó a impedir el avance del autoritarismo europeo, salvando en dos ocasiones el pellejo de los propios británicos. Por eso no resulta tan sencillo responder negativamente a las propuestas del gigante americano, por indecentes que parezcan. Aunque para la mayoría de los electores el punto negro de la gestión de Tony Blair fue justamente la invasión a Irak, lo cierto es que no tenía demasiadas opciones. Blair estaba perfectamente consciente de que una guerra en medio oriente no era popular ni siquiera dentro del laborismo. Siguiendo a Weber, optó por la responsabilidad de Estado antes que por la convicción personal. Hoy le resulta fácil a Ed Milliband, nuevo líder la oposición, decir “nos equivocamos con Irak”. A pesar de que algunos catastrofistas opinaban lo contrario, nuestro Ricardo Lagos tuvo mucha más independencia para declinar la invitación del gobierno de George W. Bush. Para los británicos el asunto es más jodido: no se le dice que no a tu mejor amigo. “Hemos pasado una década turbulenta” dijo Obama en Westminster. “Hemos”, porque la han pasado juntos. Cuatro años después del 9/11 de 2001, varios bombazos sacudieron el corazón de Londres regando la muerte y el pánico en una isla que se pretendía intocable. Como nunca, la sensación de vulnerabilidad fue compartida, como también la necesidad de resarcimiento. La “guerra contra el terrorismo” se ha transformado en un estandarte tanto para Estados Unidos como para el Reino Unido. Hoy sienten que gran parte de la tarea está cumplida. La muerte de Bin Laden, recordemos, fue celebrada por David Cameron y transversalmente aplaudida en el parlamento británico. En una de sus recientes conferencias conjuntas, Obama y Cameron acaban de emplazar por enésima vez a Muamar el Gadafi para que abandone el poder en Libia. Puede ser que la solidez de Europa descanse sobre la economía alemana y que la tradición espiritual del viejo continente siga asociada al legado cultural francés. Pero el tándem transatlántico que combina las fuerzas de Estados Unidos y Reino Unido es el mejor exponente del estado de la civilización occidental, basado en sociedades abiertas y orgullosas de su patrimonio moral. China, India y Brasil asoman en el horizonte, recalcó Obama. Pero sólo para negar de plano las teorías que sitúan a su país y a la isla británica en el capítulo de potencias del pasado. Que Obama quiera repartir la carga de las obligaciones internacionales entre más actores no significa que Estados Unidos esté dispuesto a perder influencia. Parte de la visita tuvo que ver con eso: entregar el mensaje de que la alianza está más viva que nunca y dispuesta a seguir liderando los procesos globales. Para terminar, olvídese porun segundo de estos peces gordos y pregúntese: ¿tiene Chile un BFF? Si la analogía fuera perfecta, debería ser España. Y si bien tenemos buenas relaciones con la “madre patria” (denominación que a algunos nos resulta odiosa), el problema es que nuestras condiciones de desarrollo todavía son muy asimétricas. Estados Unidos fue un alumno tan aventajado que terminó superando al conquistador. Nadie puede decir lo mismo en América latina (salvo Brasil respecto de Portugal, en algunas áreas). ¿Qué tal Argentina? ¿Pueden ser ellos nuestros mejores amigos? Difícil caso. Estuvimos al borde de los combos hace 30 años. Además no hay claridad respecto de qué agenda podría ser promovida en iguales condiciones por ambos países. ¿Perú? A pesar del retail, el vecino del norte no parece calzar en lo que uno entiende por “mejor amigo”. ¿Bolivia? Ni hablar. La dinámica de los recaditos belicosos por la prensa no es digna de los BFF. Pero el mundo es grande. Quizás nuestros compadres se encuentren cruzando el Océano, esta vez el Pacífico en lugar del Atlántico. ¿Japón? ¿Australia? ¿Nueva Zelandia? No suena mal, pero cuando las relaciones entre países se basan en la balanza comercial es como cuando las amistades perduran por conveniencia. Eso no califica para BFF. Al menos da para una buena idea de reality show, como el de Paris Hilton, que nos ayude como nación a encontrar a nuestro mejor amigo planetario. Uno nunca sabe cuándo va a necesitar una mano amiga. Es cosa de preguntarles a británicos y alosestadounidenses.

  • 3 Junio, 2011

Estoy aquí para honrar una de las más antiguas y potentes alianzas que el mundo haya conocido”. La frase sintetiza el ánimo y el carácter de la visita de Estado que Barack Obama acaba de concluir en Reino Unido. Parafraseando el popular reality de Paris Hilton en MTV, Obama dejó claro que Washington y Londres están llamados a ser auténticos BFF: Best Friends For ever. Las particularidades de la relación USAUK están a la vista. Por de pronto, se trata de un viejo imperio y su colonia estrella. Luego, de dos enemigos en el campo de batalla. Más tarde, el siglo XX fue testigo de cómo ambas naciones construyeron un sólido entendimiento ideológico en torno a las ideas de libertad y democracia. Militarmente, Estados Unidos contribuyó a impedir el avance del autoritarismo europeo, salvando en dos ocasiones el pellejo de los propios británicos. Por eso no resulta tan sencillo responder negativamente a las propuestas del gigante americano, por indecentes que parezcan. Aunque para la mayoría de los electores el punto negro de la gestión de Tony Blair fue justamente la invasión a Irak, lo cierto es que no tenía demasiadas opciones. Blair estaba perfectamente consciente de que una guerra en medio oriente no era popular ni siquiera dentro del laborismo. Siguiendo a Weber, optó por la responsabilidad de Estado antes que por la convicción personal. Hoy le resulta fácil a Ed Milliband, nuevo líder la oposición, decir “nos equivocamos con Irak”. A pesar de que algunos catastrofistas opinaban lo contrario, nuestro Ricardo Lagos tuvo mucha más independencia para declinar la invitación del gobierno de George W. Bush. Para los británicos el asunto es más jodido: no se le dice que no a tu mejor amigo. “Hemos pasado una década turbulenta” dijo Obama en Westminster. “Hemos”, porque la han pasado juntos. Cuatro años después del 9/11 de 2001, varios bombazos sacudieron el corazón de Londres regando la muerte y el pánico en una isla que se pretendía intocable. Como nunca, la sensación de vulnerabilidad fue compartida, como también la necesidad de resarcimiento. La “guerra contra el terrorismo” se ha transformado en un estandarte tanto para Estados Unidos como para el Reino Unido. Hoy sienten que gran parte de la tarea está cumplida. La muerte de Bin Laden, recordemos, fue celebrada por David Cameron y transversalmente aplaudida en el parlamento británico. En una de sus recientes conferencias conjuntas, Obama y Cameron acaban de emplazar por enésima vez a Muamar el Gadafi para que abandone el poder en Libia. Puede ser que la solidez de Europa descanse sobre la economía alemana y que la tradición espiritual del viejo continente siga asociada al legado cultural francés. Pero el tándem transatlántico que combina las fuerzas de Estados Unidos y Reino Unido es el mejor exponente del estado de la civilización occidental, basado en sociedades abiertas y orgullosas de su patrimonio moral. China, India y Brasil asoman en el horizonte, recalcó Obama. Pero sólo para negar de plano las teorías que sitúan a su país y a la isla británica en el capítulo de potencias del pasado. Que Obama quiera repartir la carga de las obligaciones internacionales entre más actores no significa que Estados Unidos esté dispuesto a perder influencia. Parte de la visita tuvo que ver con eso: entregar el mensaje de que la alianza está más viva que nunca y dispuesta a seguir liderando los procesos globales. Para terminar, olvídese porun segundo de estos peces gordos y pregúntese: ¿tiene Chile un BFF? Si la analogía fuera perfecta, debería ser España. Y si bien tenemos buenas relaciones con la “madre patria” (denominación que a algunos nos resulta odiosa), el problema es que nuestras condiciones de desarrollo todavía son muy asimétricas. Estados Unidos fue un alumno tan aventajado que terminó superando al conquistador. Nadie puede decir lo mismo en América latina (salvo Brasil respecto de Portugal, en algunas áreas). ¿Qué tal Argentina? ¿Pueden ser ellos nuestros mejores amigos? Difícil caso. Estuvimos al borde de los combos hace 30 años. Además no hay claridad respecto de qué agenda podría ser promovida en iguales condiciones por ambos países. ¿Perú? A pesar del retail, el vecino del norte no parece calzar en lo que uno entiende por “mejor amigo”. ¿Bolivia? Ni hablar. La dinámica de los recaditos belicosos por la prensa no es digna de los BFF. Pero el mundo es grande. Quizás nuestros compadres se encuentren cruzando el Océano, esta vez el Pacífico en lugar del Atlántico. ¿Japón? ¿Australia? ¿Nueva Zelandia? No suena mal, pero cuando las relaciones entre países se basan en la balanza comercial es como cuando las amistades perduran por conveniencia. Eso no califica para BFF. Al menos da para una buena idea de reality show, como el de Paris Hilton, que nos ayude como nación a encontrar a nuestro mejor amigo planetario. Uno nunca sabe cuándo va a necesitar una mano amiga. Es cosa de preguntarles a británicos y alosestadounidenses.

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