Luís Benítez iba a vivir toda su vida literalmente encapsulado en una burbuja. Pero un buen día se encontró con el montañismo, que no solo lo sacó del encierro a que lo condenaba el asma, sino que lo puso innumerables veces en las cumbres más altas del mundo, Everest incluido. Y probablemente seguiría en eso, si no fuera porque en 2006 vio como eran asesinados tres refugiados tibetanos a metros del campamento base del Cho Oyu. Más de mil personas vieron el tiroteo, pero solo él sacó la voz. Hoy aun sufre las consecuencias de su atrevimiento.

  • 26 Noviembre, 2008

Lo más leído