Asociación libre
Hay vacíos inmensos en nuestro conocimiento de las costumbres ancestrales del pueblo mapuche. Por lo mismo, se me ocurre que la forma de repararlo tiene que ser inmensa, pública, conmovedora.
- 13 Abril, 2018
Escritor
Mientras leo me pasan situaciones inesperadas. Me puedo aburrir, quedar pegado en una palabra, fijar mi atención en la forma de las letras o en los blancos que se forman más que en el contenido. Puedo generar asociaciones u ocurrencias. A veces, asocio una frase con un recuerdo, una palabra me lleva a una sensación de angustia. Un párrafo de Baudelaire me remite a un pasaje de la calle Toesca. La cabeza no se atiene a los dictados de la razón, por más concentrados que estemos. Evitar las comparaciones absurdas, basadas en la experiencia, en una realidad implica no leer críticamente, es como engullir un libro. Creerles a los autores es un pésimo hábito.
Días atrás repasaba Vida de los doce césares, del latino Suetonio, ese clásico de la chismografía histórica que tantas carcajadas me ha sacado. Revisaba lo que decía de Augusto acerca de su forma de pacificar Roma. Su encomienda a los poetas Horacio y Virgilio fue una operación política tan elegante como efectiva. Le pidió escribir a Virgilio una epopeya para darle a Roma una historia fundacional. Trabajó hasta su muerte en esta, la Eneida. A Horacio le solicitó otorgarle a cantos sagrados, perennes, que hablen del estoicismo y apelen a las emociones. Con esa finalidad nacieron las Odas.
Estaba perdido en el siglo I d.C. cuando empecé a recordar la incapacidad política de nuestros presidentes para llegar a la paz en la Araucanía. La ignorancia que tenemos de las costumbres ancestrales de los mapuches es imperdonable. Yo mismo poco sé de esa cultura, pese a que tengo inmensa curiosidad y leo sobre el tema lo que pillo. Hay vacíos inmensos en nuestro conocimiento de ese pasado. Por lo mismo, se me ocurre que la forma de repararlo tiene que ser inmensa, pública, conmovedora. Quizá el símbolo de eso debería ser un museo de antropología. Imagino un edificio diseñado por un arquitecto de talla internacional que sea un ícono en el que se encuentre toda la información que aún no tenemos y que requerimos.
La Araucanía es un lugar de máximo interés cultural y nadie habla de eso, ni en Temuco ni en otras zonas. Creo que hay que cambiar la perspectiva para ver a los pueblos ancestrales. Combatirlos es incivilizado e inconducente. Siglos prueban lo que señalo. Para convivir hay que mostrarse atento al otro. Y, sobre todo, decidido a conocerlo, a saber quiénes son y cómo entienden lo que les acontece.
Leo La luz cae vertical, la antología de poemas de Leonel Lienlaf, y me doy cuenta de cuánta ignorancia tengo, cuán incapaz soy de ver con plenitud las imágenes que estos poemas subrayan con ejemplar sobriedad. Escucho y leo a Salvador Millaleo con suma atención. Memorias del lonko Pascual Coña es un libro esencial, un documento de la identidad chilena, que deberían leer los niños en los colegios y circular en ediciones estudiadas como un clásico. Solo Nicanor Parra se dio el trabajo de difundirlo y citarlo en sus Discursos de sobremesa.
Son caprichosos los vínculos que crean las lecturas. Son digresiones que saltan en la mente y que más vale capturarlas que reprimirlas. Por qué junté una lectura sobre la vida en Roma, escrita por un latino, con la poesía de Lienlaf y un texto de Millaleo me excede. Pero de esa unión fortuita vi claramente la falta de saber que padecemos ante un tema conflictivo y delicado. Lo mucho que perdemos al no empeñarnos en investigar y mostrar aquello que nos distingue como país.
Si los políticos no son capaces de reconocer a los pueblos originarios es por flojera y falta de aliento intelectual. El acercamiento policial y limitar todo a repartir tierras perjudican nuestro presente, al sepultar un pasado que deberíamos exponer con orgullo. Hay idiomas que pueden morir, ritos que podrían extinguirse sin un espacio donde habitar. En la Araucanía hay un patrimonio enorme, que ni el Estado ni los privados resguardan. La fantasía de entregarle a esa zona una relevancia mundial con un museo increíble suena extravagante al lado de los deseos de llevar camiones con militares. Comportarse como bárbaros es lo que hemos hecho. Ya es hora de pensar en el valor que posee el pasado para el presente y el futuro.