Es un avance que la oposición entregue propuestas para solucionar problemas. Es signo de generosidad y madurez política. Que el gobierno se abra a recibir esta propuesta y a sellar un acuerdo político es un signo de humildad que pocas veces se ha visto en la Concertación.

No hay lugar a dudas de que Transantiago ha sido un gran dolor de cabeza para la Concertación y para los santiaguinos que usan el transporte público. Sin embargo, esta jaqueca, sobre todo para los usuarios, al parecer está empezando a pasar. Y quizás la enfermedad se convierta en un verdadero alivio si es que se logran alcanzar acuerdos políticos efectivos y de largo plazo, que aseguren que el nuevo sistema funcione en forma adecuada en adelante.

La fórmula de las antiguas micros amarillas debía ser cambiado si queríamos tener estándares de vida similares a los de países desarrollados. Sin embargo, Transantiago no significó un cambio en esa dirección: inmensas colas, atochamientos y falta de buses (los pocos que había, en filas indias) eran parte del escenario de la capital.

El vaso medio lleno es que hay indicios de que las cosas van mejorando. Después más de dos años de funcionamiento, el sistema presenta mejoras sustanciales en relación a los primeros meses de su puesta en marcha en 2007. Los tiempos medios de viaje y de espera han disminuido: mientras en mayo de 2007 la duración de viaje promedio en hora punta matinal era de 57,3 minutos, en noviembre de 2008 disminuyó a 43,5 minutos.

Las correcciones se han producido por un aumento de la frecuencia y una mayor regularidad de los servicios, lo cual ha sido posible tras el esfuerzo de los operadores, el aumento de la flota de buses y el establecimiento de nuevos y mejores recorridos.

En segundo lugar, las mejoras han empujado un alza en el número de viajes (el número de validaciones aumentó en 34% en el año 2008). Esto quiere decir que los usuarios están viajando más y que más personas están usando el sistema.

Sin embargo, quedan promesas sin cumplir y tremendos desafíos para el futuro. En infraestructura, se debe priorizar la construcción de los corredores de transporte público y mejorar el acceso a paraderos en múltiples puntos de la capital, además de comenzar a planificar nuevas líneas de Metro y estaciones de intercambio modal para los años venideros. En calidad del servicio, todavía hay zonas mal servidas (especialmente en los alimentadores) y se evidencia un estancamiento en la disminución de los tiempos promedio en los últimos meses en algunos recorridos menos eficientes que los troncales.

Pero estos adelantos han significado y significarán mayores costos. Los avances en el sistema han traído consigo una falla que no estaba contemplada por los “ingenuos” planificadores, con un déficit mensual promedio de 41 millones de dólares que pareciera ser la tendencia que se mantendrá en los siguientes meses. Queda trabajo por hacer en términos tarifarios y en la lucha contra la evasión pero, sobre todo, en términos de establecer un financiamiento permanente al sistema.

Un mejor servicio requiere un subsidio por parte del Estado, que seguramente será permanente. Parecía una obviedad que buses más modernos, menos contaminantes, con menos ruidos y mejores tecnologías tenían que ir asociados a un aumento importante de las tarifas o a un aporte estatal.

La Coalición por el Cambio presentó su propuesta de mejoras para “amarrar” un acuerdo político que asegure la sustentabilidad de Transantiago. En ella se consideran modificaciones a la institucionalidad, generando un organismo con reales atribuciones en todas las materias relacionadas con el transporte público, implementar medidas técnicas de rediseño del sistema, crear un bono soberano para el financiamiento y generar un fondo de compensación para el resto del país.

Sin lugar a dudas, es un avance que la oposición entregue propuestas para solucionar problemas. Es signo de generosidad y madurez política. Que el gobierno se abra a recibir esta propuesta y a sellar un acuerdo político es un signo de humildad que pocas veces se ha visto en la Concertación. Ambos símbolos no son pequeños, muestran altura de miras y que los políticos están entendiendo que un Estado se organiza en base a grandes acuerdos.

Lo importante es que respeten los contratos con los operadores que han hecho lo mejor que han podido, a pesar de las limitaciones en infraestructura y en tecnología, para mejorar el servicio. Es auspicioso que se pueda llegar a acuerdos para solucionar los problemas nacionales. Como decía Goethe, “no preguntemos si estamos plenamente de acuerdo, sino tan sólo si marchamos por el mismo camino”. Cuando este rumbo común es el bienestar de los chilenos, no podemos más que estar contentos.

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