1. Bacheletismo recargado. La presidenta electa tiene más control de sus ministros que el que tenía al comenzar su primer gobierno, donde tuvo que aceptar la voluntad de los partidos de la Concertación en cargos estratégicos. La designación de su ex secretario personal Rodrigo Peñailillo en Interior es la manifestación más notoria de su autonomía política. La inclusión de Ximena Rincón en la Secretaría General de la Presidencia se explica con el mismo criterio: no es misterio que la ex presidenciable formaba parte del ala bacheletista de la DC. Alberto Arenas, lo mismo: nada de repúblicas independientes en el ministerio de Hacienda.

2. Tejado de vidrio. Ximena Rincón fue electa senadora para representar al Maule Sur en 2010 y por tanto le quedan 4 años más en el cargo. Y sin embargo Bachelet la saca del Congreso y se la lleva a La Moneda. La Concertación fue especialmente crítica de Sebastián Piñera cuando hizo lo mismo con Allamand, Matthei, Chadwick y Longueira. A su vez, la Alianza había cuestionado duramente a Bachelet por inaugurar esta práctica en su primer mandato cuando Carolina Tohá pasó de la Cámara de Diputados a la vocería. Es decir, en este asunto nuestra clase política es campeona de la inconsistencia y el doble estándar.

3. Sandías caladas. Heraldo Muñoz en Relaciones Exteriores y Jorge Burgos en Defensa tienen experiencia en sus respectivas áreas y sería raro que tuvieran desempeños deficientes. La propia Rincón verá beneficiado su trabajo en SegPres al conocer bien el juego parlamentario después de varios años en Valparaíso. Arenas fue director de Presupuesto de la propia Bachelet y los avatares de Hacienda no le son extraños. José Antonio Gómez se repite el plato en Justicia, 10 años después. Eyzaguirre fue titular de Hacienda de Lagos. En resumen: estos ministros no vienen a aprender ni a improvisar.

4. Dupla económica. Alberto Arenas en Hacienda y Luis Felipe Céspedes en Economía forman un tándem respetable. Ambos son considerados economistas serios que no arriesgarían el prestigio de nuestras instituciones ante presiones pasajeras o populistas. Por cierto, hay matices. Arenas está dispuesto a hacer todos los esfuerzos por complacer el ambicioso programa de Bachelet. No sería raro que estuviésemos frente al tesorero más inclinado hacia la izquierda de los que hemos tenido hasta ahora. Céspedes se instala como contrapeso. Es el hito velasquista del gabinete, con una reconocida orientación más liberal.

5. El factor Educación. La designación de Nicolás Eyzaguirre como ministro de educación es de las más llamativas. Hace unas semanas el ex director de Canal 13 publicó una columna de opinión despejando las dudas que pudieran existir respecto de su compromiso con el programa de la Nueva Mayoría y en especial sobre el nudo gordiano de la educación universitaria gratuita, como tratando de sacarse de encima la fama de neoliberal mandando un guiño al movimiento estudiantil. Luego se vio envuelto en una polémica sobre la meritocracia y los colegios de elite en Chile. Salió fortalecido. Ahora tiene que sacar adelante la reforma más emblemática de la presidenta.

6. Segundo piso. El trío Peñailillo-Rincón-Elizalde tiene talento, pero para conducir La Moneda a buen puerto se requiere algo más que disciplina política, éxito legislativo y destreza comunicacional. Se requiere de mentes capaces de proyectar un relato coherente que identifique la experiencia Michelle 2.0. No sabemos quiénes serán los Juan Carvajal y Francisco Díaz de esta versión. Se rumorea que Ricardo Solari y Luis Maira podrían integrar un segundo piso senior como el que tenía Lagos con Ottone y Lahera. Ellos serían los encargados de darle densidad intelectual y soporte estratégico al equipo político.

7. Frescura y renovación. Este gabinete trae también caras nuevas. Partiendo por el PPD Rodrigo Peñailillo, que aún no cumple los 40 años. Álvaro Elizalde (44) también representa una generación de recambio en el socialismo, lo mismo que el ex alcalde Alberto Undurraga (44), Pablo Badenier (40) y eventualmente Javiera Blanco (39) para el falangismo. Claudia Pascual (41) no es Camila Vallejo pero también es un cambio de folio importante respecto de la vieja guardia comunista de Teillier y compañía. De esta manera Bachelet cumple su cuota ante la demanda ciudadana por renovación de las elites.

8. Equilibrios políticos y sociales. Bachelet fue más papista que el papa al comenzar la presentación de su gabinete disculpándose por no haber logrado paridad perfecta entre hombres y mujeres. Los números son igualmente equilibrados: 14 los primeros y 9 las segundas. Al menos es un aumento respecto de la participación femenina en el actual gabinete de Piñera (que tiene 6 mujeres). Digamos también que Michelle presenta un equipo culturalmente más diverso y socialmente más heterogéneo que todos los que han acompañado al actual presidente. El cuoteo partidista también fue razonable de acuerdo a la envergadura de cada uno: 6 PPD, 5 DC, 5 PS, 2 PRSD, 2 independientes, 1 PC, 1 MAS y 1 IC. El dato rosa: los comunistas chilenos vuelven a integrar un gabinete después de cuatro décadas.

9. Presidenciables. El principal defecto político del primer gobierno de Bachelet fue su incapacidad de “parir” un sucesor. Que la discusión sobre el contendor de Piñera haya girado en torno a Lagos, Insulza y Frei da luces sobre la incapacidad que tuvo la Concertación para renovar sus liderazgos presidenciales desde el ejercicio del poder. La propia Bachelet fue un producto político exitoso porque representó un cambio dentro la continuidad de su sector. Cinco años atrás, Andrés Velasco era el indicado para replicar el modelo. Sin embargo, por diversas razones, Bachelet no se la jugó. Esta vez tiene que ser distinto. Las posiciones más expectantes siempre están en los ministerios y no en el Congreso. Bachelet tiene que alimentar sabiamente la competencia desde su gobierno.

10. Segundo tiempo. En algunos círculos de la –todavía- oposición circula la idea que es mejor aparecerse más adelante en el gobierno porque la etapa de instalación será muy áspera y dejará heridos. Las expectativas, dicen algunos, están muy altas. También está vivo el recuerdo del primer gobierno de Bachelet, donde las altas cifras de aprobación sólo empezaron a registrarse hacia el final del tercer año. Los comienzos fueron muy complicados en ese entonces. Varios ministerios fueron descabezados antes de completar un año, como Interior y Educación. En el banco de suplentes están todos los que no fueron llamados esta vez, cruzando los dedos para que les toque una navegación fluida que les permita quedar mejor posicionados para el ciclo político siguiente.

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