Director Revista Capital

Tras el resultado de la primera vuelta presidencial quedó meridianamente claro que las formas tradicionales que se han estado usando para leer a la sociedad no están dando resultados certeros. Ya sea porque el fenómeno que se quiere medir es más voluble que el que se conocía o porque el instrumental utilizado no es capaz de lograr registros siquiera cercanos a lo que termina desnudándose como la realidad, lo cierto es que la sensación que ha quedado tras los comicios del 19N es que los tomadores de decisiones y agentes económicos se mueven hoy bastante a ciegas, algo así como en medio de una niebla.
Esta situación instala un sinnúmero de interrogantes, que van desde cuestiones estrictamente metodológicas hasta otras bastantes más sustantivas y perturbadoras, y que tienen que ver, por ejemplo, con la verdadera Caja de Pandora que es al final del día esa enorme fracción de chilenos que simplemente no vota o con la maleabilidad de aquellos que se cree conocer y que en definitiva se prueban bastante cambiantes en sus visiones.

La última Encuesta Bicentenario UC Gfk Adimark parece mostrar algo de esta plasticidad social, ya que en paralelo a que en Chile se hizo hegemónico el discurso de los derechos sociales garantizados y universales, la medición mostró aumentos significativos en el número de personas que decían que el Estado es el que debe hacerse cargo del bienestar y progreso personales y que las ayudas estatales deben ser de carácter universal y no focalizadas. Eso fue especialmente notorio en los registros de los años 2014, 2015 y 2016. Sin embargo, en el estudio del presente año, y probablemente tras un buen baño de realidad, todas las curvas mostraron un punto de inflexión, recuperando terreno la valorización del esfuerzo personal como fuente de progreso y bienestar, así como la creencia de que el Estado debe hacer un trabajo de apoyo focalizado y no universal. Es más, la encuesta mostró que un 68% considera que no trabajar vuelve “flojas” a las personas y un 48% piensa que recibir dinero sin haberse esforzado, es humillante.

De este modo, un universo de chilenos desconocido y cambiante, y además expuesto como nunca antes en la historia a estímulos y mensajes compulsivos, es el que conforma la nueva cartografía en la que deben progresar quienes aspiran a elevarse como conductores de esas mismas personas. Una dinámica asediada más por la incertidumbre que por certezas y que hace no solo más difícil conquistar preferencias, sino que gobernar y, para no dejar de lado la dimensión económica, hacer decisiones de inversión a cualquier horizonte por parte de los agentes económicos.

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