Pocas cosas pasan en febrero y este año no fue la excepción. Si a esto le sumamos la incertidumbre en el conglomerado político de centro izquierda sobre el regreso de Bachelet, fue un mes perdido. Quizás el único que sacó algunas cosas en limpio y que al menos removió en algo el debate fue Marco Enríquez-Ominami. Su exploración con la Concertación, el coqueteo con las cúpulas de ésta y la posibilidad de acercarse a sus ex camaradas para evitar una segunda vuelta son esperanzas que albergan varios en la oposición.

En el otro bando, la apuesta de la Coalición por el Cambio –con la información que existe actualmente– es que la presencia de MEO obligaría a una segunda vuelta y en ese escenario se abre algún espacio (muy pequeño) para que la derecha continúe en el poder.

Si bien es cierto que ha habido acercamientos entre el comando de MEO y la Concertación, la impresión que queda de dichas conversaciones es que el candidato del PRO va a poner un piso para negociar lo suficientemente alto como para que la Concertación no acceda y por lo tanto a MEO no le quede otra que ir a primera vuelta. Ahora bien, eso no significa que la historia se repita: hoy es poco probable que MEO obtenga un 20,14% y que el o la candidata de la Concertación tenga una diferencia de aproximadamente quince puntos porcentuales con su competidor de la Alianza.

Lo interesante es saber si MEO está realmente dispuesto a abrir un espacio para que la derecha vuelva a ganar las elecciones. El contexto es diferente: cualquiera de los candidatos que gane las primarias de la Concertación sería más atractivo que Frei. También es probable que el presidente Piñera suba su aprobación llegando muy cerca del piso histórico que ha tenido la derecha en las elecciones. En ese escenario probablemente la brecha entre ambos bandos se achique y la figura de MEO cobre fuerza.

En todo caso, el cálculo político (incierto con el voto voluntario) permite prever que aun cuando MEO decida ir a una primera vuelta la posibilidad de que la Concertación con Bachelet gane en primera instancia está latente (si es que MEO saca entre un 7% o un 8%). Al mismo tiempo hay que entender que MEO es ahora un candidato más maduro pero menos novedoso. Su bandera de lucha de la elección anterior no podrá ser levantada en esta. Su pelea además será contra candidatos más atractivos.

En realidad, el dilema que enfrenta MEO no es tanto con la Concertación sino consigo mismo. Está en una encrucijada de seguir cultivando su imagen de líder díscolo y capaz de congregar a aquellos que no les gusta el sistema político actual o bien decidir fortalecer una opción más de largo plazo e institucional que signifique potenciar el partido político que lidera.

Si MEO no obtuviera una buena votación en primera vuelta es muy probable que el PRO pierda mucha fuerza y se transforme, al igual que muchas experiencias en América latina, en una creación al servicio de una persona más que a ciertas ideas país. Por lo demás una buena negociación puede permitirle tener parlamentarios que representen la ideología que promueve. Por ello la encrucijada no es trivial.

Las conversaciones y coqueteos deben llegar a puerto luego. Este es un juego repetido y no hay muchos espacios para seguir dilatando la situación. Ya veremos si la analogía del tren que llegará hasta el final sin estaciones, propuesta por el mismo MEO, será cierta. O tal vez deja la puerta un poco abierta cuando dice que el tren está dispuesto a parar, si es que hay disposición a dialogar sobre los temas que plantea el PRO. El guiño está hecho. Ya veremos qué sucede. •••

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